jueves, 21 de agosto de 2008

tierra de nadie

El ir y venir de los trenes, el bajar apurados al andén, el viajar apretados como ganado, hace de una estación tierra de nadie.
Allí se ven cotidianamente vendedores ambulantes, que tanto en la calle como en los vagones, a pesar de las condiciones climáticas que tienden a jugarles en contra, se encuentran firmes, en búsqueda de llevar dinero a sus hogares. Se hallan también niños hambrientos que para saciar su apetito ruegan por una moneda a cambio de una tarjeta. Madres con bebés en andas que suplican para poder satisfacer las necesidades básicas de las criaturas. Ciegos, personas que han perdido alguna de sus extremidades a causa de un accidente ferroviario, enfermos de Sida, todos piden al sistema piedad. Viaje tras viaje, estación tras estación, todos los días de su vida se dirigen a los vagones a implorar compasión de los viajantes.
Y la vista, el cuerpo, el ser humano tiende a acostumbrarse. Parece normal ver a estas personas que nacieron en una situación poco afortunada. Al chocar periódicamente con una realidad tan cruda de desigualdades, termina siendo percibida de manera ligera, hasta llegar a ignorarla. La miseria pasa a ser cotidiana y sabe convivir con cada pasajero del tren.
En un contexto donde el hambre, las molestias, los horarios, las injusticias, se convierten en normales parece fácil no mirar al costado.
Un niño de nueve años, como Jesua de la película "estación central", puede perder a su madre a pocos metros del conglomerado de gente y nadie siquiera notar su dolor y las consecuencias que traerá en su vida. Muchas personas pueden modificar su existencia de manera tajante en el más tranquilo de los silencios y en el más cruel de los anonimatos.
¿ Cuántos valores se pierden o se transforman por transcurrir en estos sitios? ¿ Cuándo se quita lo extraordinario de las desgracias para convertirse en rutina?.
La suciedad, la aglomeración, las vías, las fallas, los retrasos, el vagón lleno pero viajar solo, las desigualdades, los pies descalzos, las caras tristes, los suspiros resignados, el individualismo, el trabajar de lo que odia, el vivir para sobrevivir, los gritos, los insultos, los pisotones, la incomodidad, el frío, el calor. ¿ Estos factores bastan para resignar una esperanza de prosperidad? ¿ Alcanza con ellos para despojar a cada individuo de sus valores? ¿termina una rutina tan pesada poniendo un velo de indiferencia en cada sujeto?.
La mujer que ayuda a Jesua, en la película mencionada palabras atrás, lo hace porque se siente culpable de no haber cumplido con la parte pactada de su trabajo y por una traición interna a su moral. Siente que la vida del niño pasa a ser una responsabilidad y por eso le da una mano. Pero... ¿ Quién se siente responsable de las miles de personas que el sistema ha dejado al margen? ¿ Qué cambia el ayudar a una vida si siquiera se miró las centenas de personas que padecen problemas similares?.
Cada mañana, muy temprano, antes de que el sol piense en asomarse, se abren puertas de estaciones de tren en miles de lugares. Y cada persona que pasará por esa tierra de nadie ya sabe lo que verá. ¿ Cuántos Jesuas pasan en secreto su infancia sin que nadie se sienta responsable por ellos? ¿Por qué tanta frialdad ante una realidad tan cruel? ¿Por qué se convive tranquilamente con tanto dolor?.