jueves, 24 de abril de 2008

Crónica ( y no se imagine una placa roja con un chiste bizarro)

Lea este fragmento de frase de Paula Pérez Alonso: “La crónica aumenta nuestra comprensión y conocimiento porque hace visible lo invisible, tanto si se trata de algo ya conocido por nosotros como algo desconocido”. ¿No les da ganas de pintarse una remera que diga “apoyemos las crónicas”?. Nos está dando a entender que cuando se rompe con esa supuesta objetividad periodística es recién ahí cuando realmente se empieza a conocer lo que nos rodea. ¿ Es tan difícil entender lo que otros miraron?. O mejor dicho ¿Es tan difícil aceptar que nuestro entorno puede ser distinto a lo que nosotros vemos?.
Tal vez sea el individualismo, tan arraigado a esta sociedad, lo que nos impide asombrarnos de lo que nos es dado como natural. ¿Será por eso que las crónicas que están instaladas en el mercado, como dice María Moreno, son aquellas que tienen que ver con lo exótico, con lo aventurero?.
Lo significativo de una crónica, a mi entender, es que nos muestra que quién la escribe percibe verdaderamente lo que quiere exponer. En ciertas palabras, expresiones o frases se divisa restos de sentimientos encontrados por quien la redacta. La selección hecha por el autor de una crónica nos muestra, no solo el hecho que escribe, sino también lo más profundo de su persona. Aunque sea el acontecimiento más sencillo, el cronista nos permite mirar a través de sus ojos. Es una conexión entre sujeto y sujeto, no tanto como el artículo periodístico en el que se encuentra un mortal con un papel que quiere convencerlo de la neutralidad de su contenido aunque se “pinche” despacito y se escriba alguna opinión semioculta).
Opina Martín Caparros: “También me interesa de la crónica su forma de descentrar la mirada periodística. El periodismo habitual mira el poder. Para salir en las noticias, si no sos rico o famoso o tetona o futbolista, la única opción es la catástrofe: distintas formas de la muerte. En cambio, la crónica trata de mirar hacia el resto del mundo y eso es un gesto muy político”. Esta última frase me dejando pensando por horas y ahora les dejo a ustedes los interrogantes que me surgieron por esas palabras: ¿Será que tememos más al mundo que a la muerte? El vivir y aprender de esa vivencia, tanto propia como ajena, nos paraliza al extremo de rechazarlo? ¿Sentimos miedo de conocer otra perspectiva que no sea la nuestra? .Si quieren contéstenme. Sino simplemente piénsenlo.

martes, 15 de abril de 2008

Que sea un viaje...

Viaje: desplazarse de un lugar a otro. Esa es la definición que da el diccionario, pero, a mi modo de verlo, olvida varias cuestiones acerca del viaje o simplemente las omite. No dice que se viaja por algún objetivo, ni como se vive esa experiencia. No menciona ni el turismo, ni el descubrimiento, ni la cotidianidad. No habla de comodidades o incomodidades, de placer o fastidio. Parecería que entre quienes viajan no hay diferencias, que el viaje no está condicionado. Que la gente no piensa ni siente durante el viaje. Que ningún factor externo a este desplazamiento es relevante. Yo afirmo que es todo lo contrario.
Tanto el motivo del viaje como las comodidades del mismo marca como se lo vive, cuanto tiempo dura. Reforzando esta idea Martín Caparrós dijo en Larga Distancia: “ Soportar el tiempo del viaje. Hay un primer momento, gozoso, en que se logra romper la continuidad inconmovible: viajando de Hong Kong a Londres, mi diez de noviembre de 1991 tuvo treinta y dos horas, y otras veces he tenido días de quince o de veintinueve. EL tiempo, entonces, se estira suavemente o se contrae, pierde esa majestad de mármol que es su bien más monstruoso: se hace muy ligeramente falible ”.
Entonces si en su viaje de Hong Kong a Londres el día tuvo treinta y dos horas me pregunto ¿Cuánto dura verdaderamente un viaje en el trasporte público argentino?. ¿ Cuánto se tarda realmente en llegar de Once a Moreno?. ¿ Tendrá relación con esta flexibilidad del tiempo que la gente se agote solo por el hecho de viajar?
Con estos interrogantes me subí ayer al tren. Vi que la mayoría de la gente dormía, mientras que otros comían o jugaban con sus celulares. Solo una nena, de aproximadamente cinco años, miraba con asombro por la ventanilla.
A medida que pasaban las estaciones se convertía en un osadía encontrar un asiento. Me llamó la atención la actitud de quienes viajaban parados. Dirigían la mirada al suelo, parecían resignados, acostumbrados. No miraban al suelo con bronca por haber tomado un tren lleno, repleto, sino que parecía que sabían de antemano que viajarían en esas condiciones y por eso no traían consigo la esperanza de viajar cómodos. Me pregunté ¿ Cómo se hace para sacarle, a los usuarios de ese transporte, lo mínimo que deben esperar que se les ofrezca?. Fue nuevamente Martín Caparrós quien me respondió diciendo en Larga Distancia : “ Viajar para contarlo: el temor de que ya no pueda viajar sin la excusa de un relato futuro. Ese relato como amenaza que obliga una intensidad en la mirada, que me obliga a mirar lo que no miraría. Y la sospecha de que cualquier viaje sin esa amenaza sería un levedad insoportable. Que no tendría sentido”
¿ No será eso lo que se le ha quitado, de manera casi invisible, a la gente?. ¿ Será que por viajar a diario que ya no se toma como viaje y por eso no se intensifica la mirada? ¿ No se mira lo que no es extraordinario? ¿No se cuenta lo que se vive en ese viaje?
Si las respuestas son afirmativas ¿ No es lo mismo que decir que quienes usan el transporte público no miran ni hablan porque están resignados a que no cambie? ¿ Se ha pasado de viajar a desplazarse de un lugar a otro?
No lo creo, no lo quiero creer, porque de creerlo significaría que en un par de años terminaría creyendo lo mismo. No quiero resignarme, quiero seguir viajando, mirando y comunicándome.

lunes, 7 de abril de 2008

Diario de escritor:

¿Qué es esto de escribir un diario de escritor? tal vez escribiéndolo pueda averiguarlo.
Esta experiencia, como toda experiencia nueva o la mayoría de ellas, me parece además de interesante sumamente aterrador.
¿Por qué escribir puede ser aterrador? . Tal vez por el hecho de que tenga que hacerlo en un blog. La verdad es que en el partido que juego contra la tecnología ella me está ganando por goleada y cada vez que me enfrento a una nueva tarea que implica utilizar la computadora me cuesta hasta el hecho de encenderla.
Pero de esto no era de lo que debía hablar. Era sobre lo que me sucedió al escribir los primeros dos trabajos, los cuales prometo subir antes de que termine la semana. En ambos casos me costó decidirme. En el primero, el hecho de que debía hablar de un personaje literario significativo, hizo que me encuentre perdida entre tantos,abatida por no saber cual elegir, me parecía un insulto hacia otro libro dejarlo de lado por pequeñeces que debía encontrar para así poder hacer la selección que requería.
Una vez decidido, gracias a este trabajo, tuve el reencuentro con un libro que hacía mucho que no agarraba y entre tantas cosas había olvidado el cariño que le tenía.
Por culpa de este trabajo me dieron muchas ganas de poder entablar una conversación con Jodie, la protagonista de "Te llevo en la sangre".
Con respecto a la consigna del segundo trabajo, la de escribir sobre un viaje, otra vez me encontré perdida entre muchas experiencias, pero, a diferencia de la vez anterior, pude resolver rápidamente ese dilema decidiéndome por el viaje a Cosquin que hice en el año 2005.
El problema con el que me encuentro es que no sé si una persona ajena a esta experiencia entienda completamente lo que cuento en este relato. Por eso antes de imprimirlo seguramente le haré algunas modificaciones. No tiene un punto final todavía. Esto puede deberse a que un viaje de dicha índole, por ser tan anecdótico, hayan quedado algunos códigos entre quienes lo vivimos. Fue recordado muchas veces por el grupo.
En cuanto a escribir la crónica acerca de "el festival de cine independiente" espero con ansias dicha experiencia.
Gente seguramente esto no es de los mejores diarios de escritores leídos, pero bueno es mi primer diario de escritora y espero poder mejorarlo.
Nos vemos algún día en algún lugar del mundo.